Copiosamente cae la lluvia sobre la ciudad de los charcos, tan fuerte como las cejas de un viejo fruncidas de forma descomunal, peludas y frondosas, ásperas y canosas; grandes cejas negras apretadas secas y sin vientos. Al contrario un huracán azota de murallas a paraguas, de árboles a pilares. Nubes negras fruncidas cual ceño estrujándose entre ellas.
Está gris el cielo, cian oscuro el suelo. Estoy helado como un hielo, sin abrigos que me vistan, sin amigos que me abracen: desnudo en la escena.
Seres con paraguas a paso apresurado me avergüenzan cuando miran atentos a mi entrepierna descubierta, a mi torso escuálido y a los ojos tristones. Tengo hasta el interior de los párpados mojados... ¿sabrá la lluvia que fue ella quien los humedeció?, ¿sabrás tú que eres mi lluvia?
Tantas costureras, tantos sastres se ofrecieron a vestirme y yo alagado recibí sus ropas, las usé un par de días, luego vestí a los perros. Siempre esperando que fueras tú quien me vistiera. Te ofrecí hasta los hilos, hasta las telas. Te abracé como nadie lo hizo, con los brazos bien abiertos. Intenté robarte un beso montando mis labios sobre tu aliento alcohólico, pero tú cosiste mi boca.
Ahora estoy desnudo, porque boté toda mi ropa.
Pensé que no llovería nunca más.
Pensé que los rayos del sol erizados sobre el horizonte estarían ahí por siempre, mientras tú como un sol te hundías en el océano. Fallé. Sol que se esconde y que aparece. Sol que refugiado tras las nubes igual muestra algo de día. Sol de indiferencia atrayente, de cuerpo en llamas.
¿Y qué hay de cuando apareces? Soy gaviota en la puesta, tan... prescindible.
¡Si te miro me quemo, oh sol mío! Oh yo pensé que seríamos como mar y sol, uno dentro del otro. Pensé que seríamos viento y marea, si te mueves tú yo soy tu consecuencia. Jamás pensé ser sol y luna: imposibles de vernos. Jamás te vi como lluvia y yo piel desnuda. Quise verte caliente como el sol, suave como un abrigo, manos conmigo y compañía por siempre. Hoy eres agua, cayendo del cielo que es tu lugar, inundando sin piedad mi hogar, las calles de mi ciudad y hasta los perros que vestí. Porque quieres seguir viéndome desnudo, porque tienes un lugar privilegiado para verme sufriendo, porque si no tengo ropa, mi pecho es blanco de aprovechos y tus gotas caen estúpidas sobre el pálido cuerpo de éste estúpido que sobra.
Está gris el cielo, cian oscuro el suelo. Estoy helado como un hielo, sin abrigos que me vistan, sin amigos que me abracen: desnudo en la escena.
Seres con paraguas a paso apresurado me avergüenzan cuando miran atentos a mi entrepierna descubierta, a mi torso escuálido y a los ojos tristones. Tengo hasta el interior de los párpados mojados... ¿sabrá la lluvia que fue ella quien los humedeció?, ¿sabrás tú que eres mi lluvia?
Tantas costureras, tantos sastres se ofrecieron a vestirme y yo alagado recibí sus ropas, las usé un par de días, luego vestí a los perros. Siempre esperando que fueras tú quien me vistiera. Te ofrecí hasta los hilos, hasta las telas. Te abracé como nadie lo hizo, con los brazos bien abiertos. Intenté robarte un beso montando mis labios sobre tu aliento alcohólico, pero tú cosiste mi boca.
Ahora estoy desnudo, porque boté toda mi ropa.
Pensé que no llovería nunca más.
Pensé que los rayos del sol erizados sobre el horizonte estarían ahí por siempre, mientras tú como un sol te hundías en el océano. Fallé. Sol que se esconde y que aparece. Sol que refugiado tras las nubes igual muestra algo de día. Sol de indiferencia atrayente, de cuerpo en llamas.
¿Y qué hay de cuando apareces? Soy gaviota en la puesta, tan... prescindible.
¡Si te miro me quemo, oh sol mío! Oh yo pensé que seríamos como mar y sol, uno dentro del otro. Pensé que seríamos viento y marea, si te mueves tú yo soy tu consecuencia. Jamás pensé ser sol y luna: imposibles de vernos. Jamás te vi como lluvia y yo piel desnuda. Quise verte caliente como el sol, suave como un abrigo, manos conmigo y compañía por siempre. Hoy eres agua, cayendo del cielo que es tu lugar, inundando sin piedad mi hogar, las calles de mi ciudad y hasta los perros que vestí. Porque quieres seguir viéndome desnudo, porque tienes un lugar privilegiado para verme sufriendo, porque si no tengo ropa, mi pecho es blanco de aprovechos y tus gotas caen estúpidas sobre el pálido cuerpo de éste estúpido que sobra.
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