el azar los unirá.
Incandescente es tu encanto, que en las vías de estupor me hablaron Espanto. Debo reconocer que mis ojos quise cubrir bajo un manto, pero tu luciérnaga estuvo siempre apagada. Mejor así, jamás notaste cuánto me deleité con tus labios. Fui ventrílocuo y tú mi títere cuando sobreponía mi voz en los movimientos de tu boca, y decía una y otra vez: yo también te amo.
Llevo mirando a ojos cerrados, tu cuerpo, desde hace tanto tiempo. Apenas te vi aquél día, desee ese traje de aire /diáfano rostro inocente/ que a tu cuerpo esbelto con el viento se ceñía. Ese traje de fuego que con ojos de resentimiento señalaban mente ruda.
traje fuego escarlata.
Perseguí por meses la estela de tu aroma entre túneles y andenes, entre el sol y el cemento. A veces lo perdía al toparme con Azucena, con Tulipán, con Amapola, pero ninguno de sus pétalos hicieron que escapara de mis palmas el recuerdo de tu perfume.
A veces con escolta, a veces libre, te parabas frente a mí en espacio blanco invierno, y mis ojos al chocar con iridiscentes destellos, poco distinguían bendita espalda, sacro ulterior. Aún así conservaba tan bien tras mis ojos tu cuello, tus piernas obtusas, cargadas con mesura hacia un costado.
Tanto espasmo llamaste a mi cerebro, tanta locura, tanta euforia. Eres suave Céfiro en la muchedumbre de mis amores ocultos. Fuiste vida en campos de mustias. Fuiste agua en desierto. Fuiste viajes de anhelo y conocimiento. Porque te conocí hace un tiempo.
Fuiste...